En el norte de Veracruz, la inundación no solo fue obra de la naturaleza. Fue también el desbordamiento del olvido, de la negligencia, del retardo. Mientras las cifras oficiales y las promesas de ayuda circulan en discursos, lo que queda en el lodo es el dolor de quienes ya no tienen nada, la voz de los que claman auxilio.
Sería injusto dejar pasar estos días como si nada. Porque ahí, bajo el agua, se le ha pedido al Estado algo básico: su presencia.