El norte de Veracruz sigue solo entre el lodo y la muerte
- Redacción NotiPobres

- 15 oct
- 3 Min. de lectura
Por Noti Pobres

Cinco días después de las lluvias que devastaron el norte de Veracruz, la escena en Poza Rica es desoladora: calles cubiertas de lodo, casas partidas por el agua y un olor insoportable que se mezcla con el silencio. Ni el Ejército ni la Guardia Nacional han llegado a varias colonias donde los vecinos aseguran haber contado decenas de muertos.
En la colonia Las Gaviotas, lo que se ve no parece una zona atendida por el Estado mexicano, sino un territorio abandonado. La ayuda oficial no aparece, y lo poco que se mueve lo hacen los mismos pobladores: jóvenes con la cara cubierta de barro, niños cargando cubetas, mujeres paleando el fango para rescatar lo que quedó de sus casas.
Un vecino, sin querer decir su nombre, habla de más de 50 personas fallecidas solo en su colonia. Muchos, dice, se encerraron pensando que el agua no subiría tanto. El agua sí subió, y ellos ya no pudieron salir. Las puertas selladas de las casas son ahora tumbas improvisadas.
El olor es insoportable. “A podrido”, dice una mujer al pasar. Nadie se atreve a abrir las casas donde se sabe que murió gente. Las calles siguen llenas de lodo espeso. No hay animales, ni perros ni gallinas. Los cuerpos de los animales también desaparecieron o se pudren entre el fango.
Las condiciones son inhumanas: no hay baños, el agua escasea, la gente hace sus necesidades donde puede. Cinco días después, aún no hay autoridad visible. No hay soldados, no hay brigadas médicas, no hay camiones de ayuda.
Mientras tanto, los niños siguen ayudando. Empujan carretillas, jalan cuerdas, limpian el lodo de los patios. Lo hacen con la tristeza de quien sabe que nadie va a venir a rescatarlos.
Las autoridades estatales aseguran que hay más de 300 mil personas afectadas en la zona norte y al menos 18 muertos. Pero en tierra, en las calles que huelen a fango y a abandono, la cifra parece un mal chiste.
El norte de Veracruz hoy es una herida abierta.Y la única fuerza presente es la de los vecinos que, sin uniforme ni bandera, intentan levantar lo que el agua y el olvido arrasaron.

















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