La columna cuestiona la hipocresÃa de las campañas de prevención del suicidio, al plantear que ni siquiera la decisión de morir es considerada un acto de libertad. Desde la condena religiosa hasta la lógica del capital, la sociedad ha convertido la vida en un mandato de producción y consumo, más que en un espacio de dignidad o deseo. El texto propone imaginar la legalización del suicidio como un derecho soberano sobre el propio cuerpo, inspirado también en visiones distópicas